Bantú,
el chimpancé, en el Sistema Político Mexicano
José
Luis Lezama
Mientras Mancera y Pacchiano disfrutan su
frívola beligerancia mediática, amparándose en el tema ambiental, la muerte del
chimpancé Bantú nos muestra un buen diagnóstico de la podredumbre del sistema
político mexicano. La crisis ambiental no es para ellos una oportunidad para
presentar verdaderas alternativas de solución, sino un pretexto para dirimir
sus diferencias y rivalidades políticas en la ruta del 2018. Sus medidas para
enfrentar la crisis de la contaminación atmosférica no tocan ninguno de los
factores de fondo, garantizando con ello la perpetuidad de la crisis y el daño
a los ecosistemas y al bienestar de los ciudadanos.
Bantú no se reduce a un simple asunto de
animales, zoológicos y circos. Habla sobre todo de un país, de un sistema
social y político que no sólo encierra personas inocentes, maltrata, violenta,
asesina y degrada a sus ciudadanos, sino que además hace extensivo este trato y
esta relación al mundo no humano, a los animales, los cuales no poseen un
estatus que los haga merecedores de dignidad, derechos y consideración moral.
Un
chimpancé muerto y descuartizado es el espejo para mirar nuestro orden social,
político, nuestros valores y la forma
como queremos vivir en sociedad. Bantú
nos retrata como un país en el que la vida es algo sin valor, prescindible, que
se puede administrar y quitar a capricho. Bantú pareciera un lapsus
brutus de un sistema en descomposición que nos reitera, subliminalmente, el
trato que le da sus propios ciudadanos a los que degrada, igual que a los
animales, a simples objetos. Lo mas seguro es que los carniceros que hicieron
la necropsia de Bantú, ni siquiera pensaron en las implicaciones sociales y
morales de sus actos. Es esta la metáfora de un sistema político decadente, en donde matar
y descuartizar es una práctica ubicua, parte ya de la convivencia cotidiana en
todos los ámbitos de la vida.
La guerra al narcotráfico produjo 70 mil
muertes en el sexenio de Felipe Calderón. Las muertas de Juárez, las del Estado
de México, los migrantes centroamericanos que son secuestrados, matados,
robados y torturados por bandas públicas y privadas en su paso por México, las
mujeres violadas en los autobuses de ‘primera’ en la carretera
México-Querétaro, representan muestras icónicas de un estado de cosas que
ocurre todos los días, en todas las ciudades de México. Ayotzinapa y Nochistlán
emergen casi como parte de un folclor de la muerte en un país barbárico.
Por otra
parte, habría que cuestionarse la existencia misma de los zoológicos, en los
cuales los animales padecen maltrato, degradación, condiciones de insalubridad,
hambre, y sobre todo privación de su libertad y de sus condiciones naturales de
vida. Hoy día algunos países se cuestionan la existencia y la necesidad de los
zoológicos. Argentina decretó el cierre al de Buenos Aires; Costa Rica se opone
a su existencia. No hay ninguna justificación moral, educativa o científica
válida para mantenerlos. Los animales encerrados son verdaderos prisioneros,
privados del más elemental de sus derechos. No obstante, siguen brindándose los
mismos argumentos de siempre para mantenerlos en cautiverio y para su
degradación.
También es dudoso el argumento del papel
de los zoológicos para producir conocimientos y para proteger a las especies
amenazadas. Son escasos los zoológicos del mundo que llevan a cabo investigación. Hay una crítica seria acerca de la eficacia
de los programas de reproducción de animales en cautiverio como estrategia para
evitar los daños a la biodiversidad. Los animales criados en cautiverios no son
equivalentes de sus contrapartes salvajes; se ha observado que no están aptos para
ser reinsertados en las condiciones salvajes de sobrevivencia. El acervo
genético de los animales en cautiverio es menor, lo cual los expone en mayor
medida a la enfermedad y la muerte. Las causas reales de la desaparición de
muchas especies de animales son la destrucción de sus hábitats y ecosistemas,
la caza ilegal, el cambio climático; es decir, factores para los cuales los zoológicos
no tienen ninguna respuesta.
Toda una
tradición del pensamiento moderno ha degradado al mundo animal no humano a
simples cosas, objetos carentes de razón, entendimiento y sentimientos, aún a
pesar de que Darwin los consideró seres sensibles, capaces de mostrar
emociones, sentimientos y, como lo han demostrado estudios posteriores, con
prácticas aparentemente exclusivas de los humanos, como es el caso de los
elefantes quienes expresan luto y dolor por sus muertos.
La depresión, la neurosis y otros males
propios del cautiverio abunda en estos sitios de ‘entretenimiento’. En 1752 se
fundó el primer gran zoológico en Viena; más tarde, en 1828 se abrió el de
Londres. Hoy día hay cerca de 10 mil en el mundo con más de un millón de vertebrados
sobreviviendo tras las rejas.
El caso de
Bantú nos muestra algo más patético aún. Que los animales de los zoológicos no
sólo padecen de las condiciones precarias y degradantes propias de estas
prisiones, sino también la precariedad, la brutalidad y la barbarie de los
sistemas sociopolíticos en los que se ubican.
Leer artículo en el Universal:
http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/jose-luis-lezama/nacion/2016/07/25/bantu-en-el-sistema-politico-mexicano
@jlezama
Dr. José Luis Lezama
Profesor-Investigador
El Colegio de México
Doctor en Política Ambiental por el University College
London.
Profesor
Visitante en el Massachusetts Institute of Technology.
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