Sábado 10 de Enero de 2014
Ulrich Beck.
La época moderna ha empezado ya
José Luis
Lezama
Ulrich
Beck nació en 1944, en la ciudad alemana de Stolp, hoy Slups, perteneciente a
Polonia. Inició la carrera de derecho en Freiburg, la que abandonó en 1966,
para iniciar estudios de sociología, psicología, filosofía y ciencia política
en la universidad Ludwig Maximilian en Múnich, donde posteriormente sería
profesor hasta su fallecimiento, el 1 de enero del presente año.
En 1986
publicó en alemán su principal obra: La Sociedad del Riesgo (Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine
andere Moderne), de la cual se vendieron 60 mil ejemplares en los primeros
cinco años. En 1992, Sage Publications editó la versión en inglés con el
título: Risk Society: Towards a New Modernity, la cual de inmediato impactó el
pensamiento sociológico y ambiental en el mundo anglosajón. En 1998 Paidós
publicó la versión en español.
Ulrich
Beck propone una forma distinta de analizar a la sociedad moderna. Una que
trascienda los problemas de las ciencia social contemporánea, su incapacidad
para pensar la novedad del periodo actual: una sociedad invadida, penetrada y
constituida por la innovación tecnológica, convertida en un gran laboratorio,
en una cárcel del conocimiento técnico,
sin nadie responsable de los experimentos que allí tienen lugar, generadora
grandes zonas barbáricas donde impera la Nobody
Rule.
Esta
incapacidad para pensar lo que él llama la nueva modernidad, para mirar y
reflexionar su carácter inédito, proviene
del rezago que persiste en las ciencias sociales, la sociología en
especial, con relación a los cambios de su objeto de estudio: la sociedad
moderna, el advenimiento de una nueva modernidad. Ésta se reinventa, cambia en
cada momento, mientras que la ciencia que se propone entenderla y explicarla,
permanece atada a teorías y conceptos, y también a instituciones de la primera
modernidad, de la sociedad industrial del siglo XIX y de principios del siglo
XX las cuales, por una parte son ineficaces para entender los procesos sociales
que hoy tienen lugar y, por otra parte, para remediar los males, los riesgos
que significa vivir en el actual periodo de radicalización de la sociedad
moderna, en el cual la lógica de producción de bienes se ha trastocado en una
productora de males.
“Considérese la situación intelectual de Europa después de 1989. Todo un
orden mundial se había derrumbado. ¡Qué oportunidad para aventurarse hacia
cosas nuevas! Pero nos quedamos con los
antiguos conceptos e ideas y cometemos los mismos errores…Hay que redescubrir
sociológicamente este mundo demencial infectado por el mal de las vacas locas y hay que reescribir, redefinir y reinventar
el guión de la modernidad”; (Beck, U. “La
Política de la Sociedad del Riesgo”, Estudios
Demográficos y Urbanos, México, 1998 Vol. 13 Núm. 3 Sept-Dic.
Beck no
piensa que estemos ante los dilemas que plantea la entrada en escena de una
sociedad postmoderna, no piensa en una superación o trascendencia de la
modernidad, del principio de razón; más bien observa, conjetura la
radicalización de la modernidad y la razón. No es éste para él un periodo de
agotamiento de la razón sino uno en el que más bien, no tenemos aún suficiente razón. Es este un periodo de diálogo, de
cuestionamiento de la razón, particularmente de su expresión científica. La
ciencia se hace también reflexiva, es
decir, se aplica o debe aplicarse a sí misma sus propios principios, su
carácter escéptico, su naturaleza crítica, la duda sistemática a sus hallazgos,
incluyendo los más atesorados.
II.- Dos modernidades: modernidad clásica, modernidad
reflexiva
Beck
analiza lo que considera y califica como dos modernidades, dos sociedades
industriales; una, la que es expresión de la modernidad clásica, la modernidad
que se expresa en la sociedad industrial que predomina hasta inicios del siglo
XX, a la cual no considera propiamente una sociedad moderna, en la medida que
sus instituciones, sus categorías y su forma de operar no son propiamente las
de una sociedad moderna, sino que corresponden más bien a lo que llama una sociedad feudal moderna. Es ésta una
sociedad en donde prevalecen instituciones y categorías modernas mezcladas o
combinadas con otras de naturaleza feudal o tradicional. En la familia, por
ejemplo, observa y piensa al trabajo femenino como expresión de instituciones y
categorías feudales, no modernas, en la medida que prevalece el trabajo no
pagado de la mujer y las tareas domésticas no se asignan por elección sino por
adscripción. Los roles de género se definen por nacimiento, como en la sociedad
de castas, y el trabajo en el hogar equivale a la dote feudal que la mujer entrega
al marido en el matrimonio. En la familia, sugiere Beck, no predominan las
categorías modernas del trabajo asalariado, el libre albedrío, la capacidad de
elegir, sino las feudales del trabajo encasillado y no pagado y el
principio feudal de la lealtad.
III.- Sociedad del riesgo: el fin de la naturaleza,
el fin de la tradición
Una modernidad distinta tiene lugar hoy día, lo que Beck
llama una modernidad reflexiva, cuya
denominación se debe a que la propia sociedad moderna (la sociedad
feudal-moderna), empieza a aplicarse a sí misma los principios de la
modernidad, al constituirse en sujeto y objeto de los mismos valores por ella
enunciados. Es este un momento de penetración total, de radicalización de la
modernidad, que invade todos los ámbitos sociales, todos los territorios, una
modernización a ultranza que desemboca en dos fenómenos, el fin de la
naturaleza y el fin de la tradición, emergiendo con ello la sociedad del riesgo. Esta exacerbación
de la modernidad explica la ampliación y diversificación de las zonas de
conflicto y da cuenta del nacimiento, entre otros fenómenos, del feminismo y el
ambientalismo.
Los
riesgos de este periodo reflexivo no son obra de Dios o del destino como en el
periodo anterior, son riesgos
manufacturados, no desaparecen sino que se generan y amplían con el
progreso científico y tecnológico, son resultado
de decisiones económicas, de la política y de la sub-política, del mercado, de
la moral; riesgos que por una parte producen ganancias en unos y pérdidas en
otros pero que, por otra parte, sus consecuencias no deseadas tienen un efecto
nivelador, afectando a todos, a quienes los producen y se benefician de ellos,
y a quienes los reciben y padecen sin haberlos elegido. Resultan del deseo
compulsivo por dominar, controlar, regularizar los fenómenos de la vida natural
y social, de someter el mundo a la lógica económica, reduciendo, al mismo
tiempo a lo no humano, la naturaleza, a simple medio, medio ambiente, para los fines humanos. Es el desarrollo
científico y tecnológico, y el mayor grado de conocimiento del mundo y no la
ignorancia y la fe religiosa, lo que amplía el terreno de las incertidumbres.
El fin de
la naturaleza ocurre en el momento en el que dejamos de preocuparnos de lo que
la naturaleza puede hacernos a nosotros y empezamos a alarmarnos por los daños
que le estamos provocando. El fin de la tradición se expresa en la
desintegración de la familia y de sus lazos de cohesión social y la sociedad
entra en un proceso profundo de individualización, de negación de sus propios
sustentos y bases de solidaridad.
Es ésta una
sociedad en la que todas las certezas, los sistemas de seguridad y las
instituciones creadas por la sociedad industrial clásica para enfrentar sus
propios riesgos, sus propias incertidumbres y asegurar su reproducción y
legitimidad se desvanecen y la vida se vive como apuesta, como un proceso de
negociación con los riesgos generados por la economía y los desarrollos de la
ciencia y la tecnología. Pero la sociedad
del riesgo no es sólo fatalidad, no desemboca necesariamente en el
pesimismo. El riesgo no es sólo colonización y apropiación del futuro, su
invasión anticipada y ventajosa; es también oportunidad, apuesta por un futuro
mejor; elegir bajo ciertas condiciones del riesgo equivale a elegir y construir
futuros.
IV.- Obra póstuma: La Metamorfosis del Mundo
En su obra póstuma, que será publicada este año bajo el
título: La Metamorfosis del Mundo,
Beck piensa el momento actual de la modernidad bajo la figura de una
metamorfosis, una sociedad atravesando profundas transformaciones, sometida a
una tremenda crisis económica y ambiental, y también a profundos cambios
tecnológicos, incertidumbres y apuestas económicas, procesos que en su conjunto
parecen producir y mostrar un mundo trastornado, ininteligible, de aguas
revueltas, que obstruye y dificulta su entendimiento, que nos sumerge en la
inconsciencia y que demanda una nueva forma de pensar, de reflexión y análisis,
lo cual sólo será posible trascendiendo el horizonte epistemológico de la
sociedad industrial clásica en el que se mueve la sociología. Los conceptos de
la sociología clásica, por ejemplo, la propuesta dukheimiana de lo social por lo social, no permiten
entender el carácter híbrido de los hechos sociales y naturales que se hacen
evidentes en esta nueva modernidad. La sociología no piensa a la naturaleza por
una suerte de olvido o distracción,
sino por una anomalía epistémica, porque sus conceptos no le permiten verla,
problematizar la relación sociedad-naturaleza; particularmente la patología de
la relación de la sociedad moderna con su sustrato y sustento natural.
La nueva
obra de Beck pretende descifrar, empezar
a entender, a desenredar el confuso despliegue de procesos, el significado de
los eventos globales que tienen lugar en el mundo de hoy, sus zonas barbáricas,
su aparente desorden, su expresión confusa y caótica. Para ello propone la
creación no sólo de nuevas teorías y nuevos conceptos, sino también la
posibilidad de pensar la emergencia de un mundo distinto, una distinta
modernidad, para cuya comprensión no sólo resultan fallidas las instituciones
de la antigua modernidad, sino también la forma de pensar esta metamorfosis por la que atraviesa el
mundo de hoy; se trata de inventar un nuevo contrato
de riesgo (risk contract), una nueva manera de corregir lo que llama la
“irresponsabilidad organizada”, mediante la cual los riesgos del actual periodo
de la modernidad se magnifican, se salen de control, provocan sus mayores estragos,
socavan y conducen a la aniquilación de la propia sociedad moderna.
PD: En los años noventa
Ulrich Beck se percató que la Plaza Max Weber
de Múnich no ofrecía reconocimiento al sociólogo alemán, quien murió en esta
ciudad a los 56 años, sino a un ilustre magistrado del siglo XIX, por lo que
inició una campaña para corregir este descuido y reivindicar su figura
intelectual. A partir de 1998, la Plaza Max Weber, ubicada encima de la
estación de intercambio de las líneas U4 y U5 del Metro de Múnich, cuenta con
una placa que reconoce a los dos Max Weber.
1 comentario:
Un gran escritor, heredero de los grandes del cambio social, y conocedor de una sociedad, que sigue teniendo sed, y no de agua.
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