Sábado 3 de Octubre de 2015
La ‘ética’ ambiental de la Volkswagen
José Luis Lezama
Los autos milagrosos
En los años 2009 y 2010 los autos insignias de la Volkswagen: el
Jetta 2.0 y el Audi A3, con sus envidiables
motores TDI, fueron premiados como los autos ecológicos del año por su extraordinario
desempeño ambiental y la pulcritud
de sus motores diesel; un combustible amigable
con el medio ambiente, anunciado con vehemencia por la mercadotecnia de
esta empresa automotriz. La Volkswagen (VW) mostraba orgullosa al mundo y a sus
rivales, sus logros tecnológicos y sus ‘compromisos’ con la causa climática.
Hoy día estos vehículos se encuentran en el centro de un
escándalo, al descubrirse que su excelencia
ambiental fue producto de una mercadotecnia basada en la mentira y el fraude. Once
millones de vehículos, entre los que destacan el Audi A3 y el Golf, fueron
construidos por la VW para burlar los
sistemas oficiales de medición de contaminantes, equipados con un Smart object, programado para aprobar la
verificación en condiciones de
laboratorio pero que, una vez circulando en las calles, emiten 40 veces más
óxidos de nitrógeno (NOx) que los límites permitidos.
Diesel
limpio y la política
del cambio climático
Las consecuencias del fraude cometido por la VW trascienden
a la industria automotriz; no se reducen a la caída de sus acciones, al agravio
a los consumidores, al pago de más de 80 millones de dólares en multas y otros cargos
criminales que enfrentarán sus directivos; ni siquiera a lo que más afecta a la
firma: la posible disminución de su participación en el mercado mundial: uno de
cada diez vehículos vendidos en el mundo hoy día son manufacturados por esta
compañía y sus filiales, Audi, Seat y Skoda.
Las repercusiones son mayores y afectan también la política,
las negociaciones y los acuerdos internacionales para el cambio climático. Parte
de los posicionamientos de Europa en la política climática mundial, se sustentó
en cálculos para reducir emisiones a partir del supuesto desempeño milagroso y
ambientalmente amigable de vehículos con motores diesel, como los producidos
por la VW.
Los motores diesel fueron la gran apuesta de la industria
automotriz y de los gobiernos de Europa para reducir emisiones. El argumento
parecía convincente, sobre todo si la meta central de una política ambiental quedaba
restringida o priorizaba el cambio climático: producían 15 por ciento menos
CO2. Esto resultaba ideal para cumplirle al Protocolo de Kyoto, quien exigía
una reducción de emisiones de 8 por ciento como promedio anual en un periodo de
15 años.
Los fabricantes alemanes de vehículos automotores
presionaron a la Unión Europea para incentivar el uso de vehículos diesel, con
el argumento de que era la vía más rápida y barata de reducir emisiones. En
1998, bajo el Acea Agreement, todos los fabricantes de automóviles europeos se
comprometieron ante la Unión Europea a reducir en un 25 por ciento las
emisiones de CO2 durante los siguientes 10 años, basándose en el impulso y
estímulos fiscales recibidos para promover los autos diesel los cuales, al
final, terminaron dominando el mercado. La flota vehicular europea se convirtió
radicalmente a diesel. En el Reino Unido, de un 10 por ciento en 1995 pasó a 50
por ciento en el 2012 (John Vidal, The Guardian 22/IX/2015).
El gobierno británico propuso bajar sus emisiones en un 20
por ciento al año 2020, tomando como base los motores diesel top-notch que la industria automotriz
europea puso en el mercado para mostrar al mundo la seriedad de su compromiso
con la causa ambiental.
No resultaba difícil para esta industria hacer trampas para
simular la eficacia ambiental de sus autos. La verificación de emisiones de
sustancias contaminantes fue encargada por las Naciones Unidas a una
organización con base en Ginebra controlada por la industria del automóvil, el
World Forum for Harmonization of Vehicle
Regulations (Martin Williamns, King’s College London, 22/IX/2015). La
organización Transport and Environment
sostiene que, hoy día, 1 de cada 10 vehículos en Europa rebaza con mucho los límites permitidos de
emisiones.
La Agencia para la Protección Ambiental de Estados Unidos
(EPA) demostró, con base a los estudios de dos investigadores independientes,
la farsa de los vehículos con motores diesel ambientalmente milagrosos. La EPA
ordenó retirar 480 mil de estos vehículos en
Estados Unidos por fraudulentos. Estos automóviles habrían emitido más
de 40 mil toneladas de NOx extras al año por transgredir las normas oficiales
americanas. Por su parte, la totalidad
de los once millones de vehículos fabricados por la VW para el mercado mundial desde
el 2009, han producido cerca de 1 millón de toneladas extras de NOx anual, lo
cual es equivalente a las emisiones de todos los sectores juntos de un país
como el Reino Unido. Estas emisiones pudieron haberse evitado si la VW hubiera
cumplido con los estándares ambientales de la EPA (The Guardian, 22 y
23/IX/2015).
Una poderosa maquinaria mercadotécnica se encargó de convencer
a los consumidores de los beneficios asociados a la adquisición de vehículos
diesel en términos de disminución de los daños a la salud y al medio ambiente.
El gobierno estadounidense, donde este
tipo de vehículos sólo representa el 3 por ciento del mercado, otorgó
compensaciones fiscales a los propietarios hasta por 51 millones de dólares (Z.
Tufekci, The NYT, 23/IX/2015)..
Ningún país cumplió con las metas del protocolo de Kyoto;
las emisiones más bien aumentaron. La lógica de la simulación y el fraude de la
VW funciona en otros sectores y fuentes de emisiones de GEI, convirtiendo a la
política internacional del cambio climático en un dudoso y costoso ejercicio
que involucra a las grandes corporaciones internacionales, las agencias
internacionales y los gobiernos nacionales, cuyos compromisos con la causa
climática no trasciende el nivel de los discursos, los programas y los acuerdos
internacionales carentes de verdaderos instrumentos y mecanismos de
fiscalización y sanción. En el caso concreto de la industria automotriz, Greg
Archer afirma que la práctica de instalar dispositivos para engañar las pruebas
de emisiones está bastante extendida y no ocurre sólo en Europa, ni se limita a
los vehículos diesel (Monbiot, G. 22/IX/2015).
Autos limpios, aire sucio
La persistencia o aumento de la contaminación en diversas
ciudades europeas (Londres, París, Atenas, entre otras, además de las de Europa
del Este) ha llevado, desde hace algunos años, a cuestionar las bondades del
diesel en material de salud pública y desempeño ambiental. Se ha demostrado,
por ejemplo, que si bien el diesel podría reducir emisiones de CO2 en 15 por
ciento, como sus promotores lo anuncian, las de dióxido de nitrógeno (NO2) son 4 veces
mayores, y las de partículas 22 veces más.
El diesel resultó más dañino a la salud de lo que se
suponía. El cáncer de pulmón y vejiga, los ataques al corazón y el asma se dispararon;
lo mismo la baja en el desarrollo físico y en el peso al nacer de los niños. En el Reino
Unido 50 mil personas mueren al año por contaminación atmosférica, 200 mil en
Estados Unidos (Monbiot, G. 22/IX/2015); en México las estadísticas detectan
más de 20 mil. A nivel mundial tienen lugar 7 millones de decesos, según datos
de las Naciones Unidas del 2012, de los cuales 3.7 millones corresponden a la
contaminación urbana y rural extramuros. No obstante, las leyes, las normas y
los programas ambientales parecen cada vez más estrictos y los gobiernos se
empeñan en convencer a los gobernados de su voluntad de enfrentar con determinación
este persistente problema.
En México la contaminación disminuye, sobre todo en los
planes de gobierno y en las estadísticas oficiales. En los hechos continúa. Los
habitantes de la ciudad de México, siguen respirando cerca de 3 millones de
toneladas de sustancias tóxicas que se emiten anualmente. China, quien ha
producido las diez ciudades más contaminadas de la historia humana, operó el milagro de bajar a la ciudad de
México del dudoso privilegio de ser la más contaminada del mundo, como lo
declaró las Naciones Unidas en 1992. El aire de la ciudad continúa como uno de
los más infectados del mundo. En cambio, los últimos presidentes de México y
las autoridades de la capital, han recibido premios ambientales internacionales
por sus compromisos con la causa ambiental; pasarán a la historia como los gobernantes
verdes de la simulación. Las leyes y las normas ambientales de México son de
primer mundo; el estado real del medio ambiente es verdaderamente deplorable.
Habrá que ver cómo llevan a cabo la verificación de
emisiones las armadoras de vehículos de los autos que circulan en México y de
qué mecanismos se valen para aprobar las pruebas. Lo que si es cierto es que
estas armadoras se mueven con un doble estándar y una doble moral. Los
vehículos que se exportan al mercado estadounidense y europeo cumplen con las
normas de esos países, los que se venden al mercado nacional no cumplen esos
estándares.
Muchos lo
sabían
No sólo muchos sabían de las prácticas ambientalmente
fraudulentas de la VW, sino que incluso sus competidoras en el mercado
automotriz hacían lo mismo, por lo que habían sido castigadas con anterioridad
por mentir en las pruebas de emisiones. En 1998 la Ford recibió una multa de
7.8 millones de dólares por usar un dispositivo que le permitía a sus
camionetas Econoline burlar las pruebas; el mismo año la Honda recibió una
multa por 17.1 millones de dólares por deshabilitar un dispositivo que
detectaba el exceso de emisiones, la General Motors una por 11 millones por mal
informar sobre algunos de sus carros Cadillac, y la Volvo, Renault y
Caterpillar fueron sancionadas con 83.4 millones. El año pasado tocó a Kia y
Hyundai pagar 300 millones de dólares por mentir en sus emisiones (Zeinep, The
NYT, 23/IX/2015).
¿Y París 2015?
Bajo estas condiciones, resulta difícil saber quién le puede
creer a la industria automotriz en su reiterada y abundante mercadotecnia a
favor del medio ambiente. No obstante, los gobiernos creyeron a pesar de que muchos sabían y
otros advertían del montaje mediático sobre el que se sostenía las virtudes de
los autos con diesel limpio.
Qué podemos esperar de las negociaciones climáticas, de la
llamada Alianza de París a fin de año,
en un mundo en el que las acciones de los grandes jugadores, aquellos cuyas
decisiones y compromisos ambientales importan más, se sostienen sobre las
arenas movedizas del mundo virtual de los discursos, las promesas; actores de
gran peso e influencia que pudieran hacer la diferencia con un compromiso
verdadero con la causa ambiental; muchos de ellos, no obstante, formando una
aberrante hermandad ecológica de
simuladores.
http://joseluislezama.blogspot.mx/
@jlezama
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