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Sábado 31 de
Mayo de 2014
Van
Gogh
Pienso que no
debemos contar realmente con el doctor Gachet. Primero que todo, él
está más enfermo que yo o, al menos, igual de enfermo…Vamos,
¿cuando un ciego guía a otro ciego no caerán los dos en la zanja?
V. Van Gogh a
Theo
José
Luis Lezama
No fue la inocencia, ni un acto involuntario, algún desliz, lo que
llevó al galerista Pierre Loeb, en los días previos a la exposición
de la obra de Vincent Van Gogh de 1947 en París, a pedirle a
Antonin Artaud ( 1896-1948) un ensayo sobre la obra de Van Gogh.
Diversas posibilidades pueden explicar semejante pedido. Una, quizá
la más válida, pudo ser la creencia que para hablar de la obra de
un hombre cuya locura era comúnmente aceptada, nadie mejor que otro
hombre, un genio también como Artaud, recién salido del
siquiátrico. Otra posibilidad es que Loeb haya pensado en mostrar
públicamente un simple ‘diálogo de locos’ sobre el acto de la
creación, simplemente para ver que resultaba de ello.
De cualquier manera nada será lo mismo después de ver los cuarenta
cuadros que integran la exposición que tiene lugar hoy día en el
Museo d’Orsay de París sobre la obra de Vincent Van Gogh, puesta
en escena de acuerdo a la lectura del texto: “Van Gogh el suicidado
por la Sociedad”, que fue la respuesta escrita por Artaud a la
insidiosa petición de Loeb.
Artaud propone una desmitificación de la locura de Van Gogh,
adelantando, insinuando a veces, una interpretación de su obra
basada más bien en lo contrario, su incomparable lucidez, su mirada
del mundo radicalmente distinta, su sensibilidad desde fuera del
mundo, su contemplación del mundo desde el punto de vista del otro,
la supresión del yo, del yo racional, y la entrada en escena de lo
irracional y de todo lo que es externo al hombre, al artista en este
caso: el mundo de los objetos, de la naturaleza, de los otros. Es la
mirada de un mundo que sólo es parcial o momentáneamente racional,
de un mundo que no podemos ver porque corresponde a lo que está
reprimido, lo que descansa, tal vez, en el sub-consciente, protegido
por muchos guardianes, mitos, soldados, formas diversas del poder.
Artaud propone, alude a una incapacidad, una imposibilidad, una
intolerancia de la sociedad, de los hombres de su tiempo para
soportar lo que Van Gogh va describiendo, descifrando, haciendo
emerger con su obra. Son hechos, cosas, ideas, sueños, mundos que
perturban la conciencia de los hombres, cosas que no queremos ver,
que no estamos preparados para ver, por ello argumenta que la
sociedad, la gente de su tiempo mató, suicidó al artista.
Es ésta la revolución del arte de Van Gogh que interpreta, entiende
y nos trasmite Antonin Artaud, quizá en un momento de
identificación, de complicidad con el artista, a quien consideró
situado en la otra orilla, en una especie de más allá del mundo,
desde un posicionamiento ahumano, fuera de lo humano, quizá en los
límites con lo que corresponde a los otros, distintos reinos de la
naturaleza y la vida.
Artaud no lo dice, no estaba quizá habilitado para decirlo, no era
el momento tal vez para decirlo, pero lo insinúa, lo dice a medias,
o lo dice parcialmente, de manera incompleta, tal vez equivocada. Él
habla de Van Gogh, de su obra, de sus pinceladas, de sus manos
golpeando, dando mazazos, abriéndole heridas a las cosas, personas,
naturaleza para hacerlas hablar. Podemos ir más allá, cambiar el
juego de palabras de Artaud, corregir su parquedad, o llevar más
allá su argumentación y decir que Van Gogh permite a las cosas
hablar, libera a las cosas de su inanición y le brinda la
posibilidad de moverse, de expresarse, de mostrarse, de enseñarnos
su gran elocuencia y su necesidad de comunicarse con nosotros
i.
Van Gogh abre la posibilidad a las cosas y a la naturaleza de
comunicarse con nosotros, de mostrar su ser, su razón de ser, sus
‘sentimientos’. Es esto lo que quiere decir Artaud sobre la
grandeza y originalidad de Van Gogh. Pero Artaud se queda en la
insinuación, no lleva su descubrimiento, su intuición a sus
últimas consecuencias. Artaud supone que lo que hace hablar a las
cosas son las heridas que Van Gogh le propina. No es sólo eso, es
que el pintor se coloca en una especie de situación, ubicación
trans-especie que le permite ver y experimentar el mundo de una
manera distinta. No ve el mundo sólo desde el punto de vista humano,
sino desde el no humano, desde la mirada del mundo de las cosas,
desde la mirada que las cosas nos lanzan y a través de la cual se
quieren comunicar con nosotros y trasmitirnos su ser, su identidad,
su belleza.
Por ello la gran elocuencia, la ‘ganas de hablar’ de los cuadros
de Van Gogh que con tanta precisión describe Artaud. Un árbol, una
silla, un campo de trigo, de flores, una edificación, un cielo de
Van Gogh, un autorretrato, no es cualquier objeto, cualquier
naturaleza, cualquier humano; y no es, mucho menos la imposición de
la mirada humana, individual o colectiva, sobre las cosas y la
naturaleza, sino el viaje de vuelta, la mirada de retorno de lo no
humano y del otro hacia nosotros. Es ese mundo externo que se
abre paso en nuestro mundo, venciendo las resistencias de nuestros
mundos, de nuestra mirada, de nuestro dominio de ese mundo, de
nuestro yo y nuestra racionalidad.
Van Gogh le permite a las cosas, a los propios humanos fuera de
nosotros, a la naturaleza, transitar hacia nosotros, expresarse mas
en concordancia con ellas mismas, con su ser, con su libre fluidez y
lenguaje, con sus formas expresivas propias. Los rostros de sus
cuadros, las formas de los árboles, de las edificaciones, de los
campos y del cielo, las nubes, las estrellas, tienen vida propia, se
explican y expresan por ellas mismas, proponen su propia locura, más
allá de la interpretación del artista, el cual no hace sino
liberarlas, allanarles el camino. Artaud se niega a llamarle locura
a esta forma de mirar, percibir, expresar y vivir en el mundo.
A esto se refiere Artaud cuando describe el cuadro El Sillón de
Gauguin pintado en Arles en 1888: “De esta manera la luz de la
vela se hace oír, la luz de la vela encendida sobre el sillón de
paja verde se hace oír, como la respiración de un cuerpo apasionado
frente al cuerpo de un enfermo dormido”.
http://joseluislezama.blogspot.mx/
@jlezama2
Información
sobre Van Gogh:
http://joseluislezama.blogspot.mx/p/vincent-van-gogh.html
http://www.musee-orsay.fr/en/events/exhibitions/in-the-musee-dorsay/exhibitions-in-the-musee-dorsay-more/article/van-gogh-artaud-37162.html
i
En un artículo igualmente perturbador,
How the dogs dream,
Eduardo Cohn, de alguna manera situado en el campo de los estudios
de Bruno Latour y sus seguidores, analiza la relación de la tribu o
comunidad de los Runas, en el Amazonas ecuatoriano, a través de un
lenguaje que permite, que sugiere una posible comunicación entre
humanos y no humanos. Los animales y las cosas hablan a los hombres,
se comunican con los hombres. No son sólo los humanos comunicándose
de distintas maneras con los no humanos, sino éstos, dejándose
sentir, expresando con diversas formas de lenguaje su deseo, su
necesidad de comunicación ‘transfronteriza’, trans-especie, por
medio del cual el mundo y las relaciones entre sus criaturas pudiera
ser visto, sentido, entendido, más allá de los antropocentrismos,
del ‘dominio’ del mundo humano.
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