Sábado 26 de Julio
de 2014
De Animales y
Circos
José
Luis Lezama
Los animales son de Dios. La
bestialidad es humana
Víctor
Hugo
La reciente prohibición de presentar ‘espectáculo
circense con animales’ por parte de la Asamblea Legislativa del Distrito
Federal ha sacado a la luz un viejo debate, planteando a la vez falsos dilemas.
En primer lugar, ha puesto en la escena pública la cuestión de nuestra relación
con el mundo no humano, particularmente con los animales y el estatus que éstos
poseen en México y en el mundo moderno. Por otra parte ha hecho emerger de
nuevo una vieja y falsa disyuntiva. Como si estuviéramos en la situación
extrema de una decisión final en la que tuviéramos que escoger, al estilo ‘La Decisión de Sophie’, entre el más
querido de los seres humanos y el más valorado de nuestros animales.
Puede perfectamente tenerse una posición clara y
firme sobre la defensa de los derechos humanos, rechazar la explotación, el
hambre, la pobreza, la desigualdad y la discriminación, así como las relaciones
de poder que alientan y deciden los vínculos entre los humanos y, al mismo
tiempo, tener claridad y certidumbre de que los animales no humanos, lo mismo
que la naturaleza, poseen valor por sí mismos, que no son por naturaleza medios
para que otros logren sus fines, que no hay nada en su esencia que los
convierta irremediablemente en simples utensilios para beneficio de los humanos,
que son fines en sí mismos, seres con dignidad, que deben ser sujetos de
consideración moral dentro de los valores humanos y, al mismo tiempo, constituirse
en sujetos con derecho a existir y desplegar
su ser.
Desde Darwin la ciencia ha aportado
evidencias de que los humanos y los animales no humanos comparten muchas cosas,
entre las cuales no sólo destaca el parentesco
existente entre todos los miembros del llamado reino animal, sino también las similitudes entre algunos de los mamíferos
más evolucionados y los humanos en términos genéticos, biológicos, mentales,
racionales, sociales, de toma de decisiones, de pensamiento y de su capacidad
para experimentar sufrimiento y placer.
El debate religioso, filosófico y político en torno
al estatus moral de los animales se remonta a los tiempos antiguos. Las
religiones o concepciones del mundo varían en el lugar que asignan a humanos y
a no humanos. En el mundo occidental, especialmente el que se constituye por la
tradición judeo-cristiana, la naturaleza y los animales no humanos fueron
creados como medios para procurar la grandeza humana. La mayor parte de la tradición
filosófica occidental considera al mundo animal en una jerarquía inferior a los
humanos y, por lo tanto, justifica su uso
y sometimiento. Aristóteles los consideraba carentes de razón y alma. Pitágoras abogaba por su respeto porque podían ser la
reencarnación de algunos humanos.
La mayor parte del pensamiento que nace con la modernidad,
alentado por los avances científicos, tal y como se expresa en el racionalismo
filosófico desde el siglo XVII y en la Ilustración durante el siglo XVIII,
posee una idea del mundo no humano como simple medio y medida del progreso humano, reduciéndolo a recursos
naturales, materia prima, objeto de conocimiento, leyes, fórmulas que permiten
la manipulación tecnológica y la apropiación económica del mundo. La naturaleza
y los animales no humanos no poseen valor propio, ni estatus moral, ni son
sujetos de derecho, por cuanto, se argumenta, carecen de razón, alma y
sentimientos.
Descartes pensó a los animales como máquinas,
autómatas sin alma. Espinoza los vio como parte de una unidad con el resto del
mundo, pero no merecedores de trato especial. Kant consideró que el maltrato a
los animales era erróneo en tanto brutalizaba al hombre. Pero Kant vio a la naturaleza como un obstáculo, igual que la
ignorancia y la tiranía, que hay que superar para lograr la verdadera autonomía
y libertad humana. Toda la tradición de la Ilustración, de la que tanto Marx
como el pensamiento liberal son herederos, ve a la naturaleza como un enemigo a
vencer, como el reino de la hostilidad
y, a lo sumo, como fuerza productiva, factor decisivo en la superación de las
restricciones y necesidades humanas; en ningún momento como sustrato y
fundamento del sistema de la vida del que también forman parte y dependen los
humanos.
Es en el pensamiento oriental, particularmente en las
cosmogonías de la India, con el principio ético-cosmogónico del Ahimsa de la no violencia y el respeto
por la vida, donde la naturaleza y los animales son considerados centrales en
el orden del mundo. A diferencia, en la sociedad occidental moderna, la
naturaleza y los animales no humanos que la integran son, a lo sumo, simple escenario,
telón de fondo, medio ambiente donde
transcurre el drama humano.
Resultaría difícil demostrar que los animales tienen
como parte de su esencia, el servir como objetos de explotación, diversión o
entretenimiento para los humanos; que los elefantes o los tigres o los primates
tengan entre sus predisposiciones naturales servir de comparsa o realizar
acrobacias, por muy sorprendentes y extraordinarias que sean. Mucho menos que
para ello padezcan confinamiento, maltrato y sufrimiento. Humanos y no humanos, comparten, integran y
dependen de un mismo mundo. Reconocerlo no es sólo un imperativo moral, es
también cuestión de sobrevivencia y mantenimiento del sistema de la vida.
@jlezama2
3 comentarios:
¿Valor intrínseco poseen los animales no humanos? En su caso ¿qué significa tenerles respeto? ¿Qué los animales no humanos poseen un valor equivalente a los humanos en la medida que son seres con los que coexistimos originariamente en este planeta? Si es así, ¿no todas las cosas no humanas de la naturaleza estarían en el mismo estatus y debieran poseer un valor equiparable?
Yo me adhiero a la idea del valor relativo que poseen todas las cosas no humanas de origen natural, dado que la misma idea de considerar que éstas poseen un valor intrínseco no es más que un modo de otorgarles cierto valor en función de nuestros valores. En la práctica el asunto es mucho más sencillo, ya que hasta los ambientalistas de facto, que no de dicho, les otorgan un valor relativo al proceder a su conservación en función del mantenimiento de los ecosistemas para garantizar de alguna forma el desarrollo futuro. En fin, hay muchas cosas que debatir al respecto, pero hasta aquí le dejo, por el momento,
José Luis Lezama
En julio de 1999, Peter Sloterdijk leyó una célebre y polémica conferencia titulada Reglas para el Parque Humano, ante un público muy selecto de profesores de filosofía durante un congreso dedicado a Heidegger.
Entonces se preguntó Sloterdijk “¿qué puede domesticar aún hoy al hombre, si el humanismo naufraga en tanto que escuela domesticadora humana?” Al respecto, una reflexión abismal sobre el hombre que supere a la del humanismo supone la combinación de dos grandes relatos: la de la exposición de cómo surgió el hombre-sapiens a partir del animal-sapiens.
Para Sloterdijk, los historiadores de la cultura han destacado que con la entrada en el sedentarismo, la relación regresiva entre el hombre y el animal se ha esbozado también de un nuevo modo, pues con la domesticación del hombre por medio de la casa da inicio también el epos de los animales domésticos, cuya ligazón con las casas de los hombres no es sin embargo cosa de domesticación, sino también de adiestramiento y cría.
Sloterdijk descifra la esencia cultural del humanismo como una fiel expresión del canon de la literatura occidental. Para ello, se retrotrae al Imperio romano, el cual acuñó los textos de la Grecia tardía, a efecto de contener y civilizar los instintos bestiales de un público enloquecido en las arenas y el anfiteatro, donde las sangrientas luchas de los gladiadores amenazaban con extenderse como un modo de vida.
Ante la pregunta por el destino del humanitarismo y de los medios de humanización, Sloterdijk se plantea la posibilidad de si existe aún esperanzas de dominar las actuales tendencias que apuntan a la caída en el salvajismo del hombre, así como al hecho de que la barbarie, hoy como siempre, suele aparecer precisamente en los momentos de mayor despliegue de poder, sea como agresividad directamente guerrera e imperial, o como bestialización cotidiana de los seres humanos en los medios de entretenimiento desinhibitorio.
http://musoniorufo.zip.net/parque-humano.pdf
Alejandro
Admitir que el Homo es la medida de las demás especies, en este caso, es pues una postura anacrónica y más grave, falaz.
El mundo, o la naturaleza puede existir sin el hombre, cuya misión debe ser, mejorar y no destruir el mundo natural.
Cada ser, en el mundo terreno, tiene además de su propio valor, una función específica, que obedece a ciclos y leyes naturales, situaciones y realidades que el hombre ha hecho lo posible por ignorar o en el mejor de los casos, dejar en un segundo término.
El uso de animales -humanos o no- para el comercio o lucro, es en todo caso repudiable, feroz, inhumano... No olvidemos que los nativos americanos, eran seres "sin alma" y los animales tenían pues, más "valor" por su utilidad en las tareas "humanas".
La esclavitud de cualquier ser animal, debe desaparecer, no sólo como principio ético, sino también jurídico y práctico.
De cualquier modo y fuera de abstracciones a veces malévolas o inoperantes, o falaces, los seres humanos que se dicen "pensantes" como una diferenciación más de "superioridad" entre las demás especies, olvidamos nuestro lugar y misión natural en los diversos ciclos, a la vez, naturales.
En conclusión, es un avance la prohibición del uso, explotación, esclavización o cualquier otra forma de abuso, sobre los animales, incluidos los que se sostienen en dos pies.
Saludos, desde Celaya, Gto., Dr. Lezama.
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