Sábado 6 de Diciembre de 2014
Rumbo a París 2015
Obama y su real
politik ambiental
José Luis Lezama
Las
conversaciones climáticas que tienen lugar hoy día en Lima (1 al 12 de
diciembre), constituyen una especie de round
de sombra para la reunión decisiva de París en el 2015, en la que los países
de la comunidad internacional están comprometidos a llegar a algún tipo de
arreglo para estabilizar el clima planetario. La reunión de Lima llega
antecedida de importantes noticias y una que otra expectativa.
En septiembre Naciones Unidas efectuó una cumbre
climática en Nueva York para delinear y definir los objetivos de Lima este año
y de París el próximo. Cerca de 400 mil personas expresaron en las calles de
esa ciudad su demanda a los gobiernos para detener el calentamiento del
planeta. En octubre la Unión Europea hizo pública su voluntad de reducir hasta
en 40 por ciento sus emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) al 2030. En
Noviembre los presidente Obama y Xi Jinping anunciaron un acuerdo para reducir
sus emisiones al 2025 y 2030. Obama incluso ofreció 3 mil millones de dólares
para el Fondo Verde, creado por los países ricos en Copenhague en el 2009,
proponiéndose reunir 100 mil millones de dólares para la causa ambiental, de los cuales apenas se han juntado unos
cuantos millones.
En
Lima actualmente y para París 2015, la estrategia adoptada por los líderes
mundiales, sobre todo aquellos con verdadero poder de decisión en las
negociaciones climáticas internacionales, es más realista y pragmática que en
el pasado; una especie de real politik ambiental
parece haberse apoderado de todos. Todo mundo sabe que es imposible llegar a un
acuerdo internacional vinculante, obligatorio, al que se sometan los distintos
países. Mucho menos realista es la creación de un tribunal y sistema de fiscalización internacional que certifique y
sancione a quienes no cumplan los acuerdos.
Nadie
mejor que el presidente Obama para entender este hecho, sobre todo por la
imposibilidad de cualquier presidente de los Estados Unidos para firmar
acuerdos vinculantes en política internacional, atribución que corresponde al
Senado. Por ello el presidente Obama es partidario de lo que se ha dado en
llamar una ‘estrategia negociadora Buffet’,
en la cual se impulsa un conjunto de medidas, políticas y estrategias básicas
para detener el calentamiento que serían
internacionalmente de carácter obligatorio, en tanto que se dejaría en manos de
los gobiernos nacionales la libertad de establecer sus propias metas de
mitigación, de acuerdo a sus propias leyes soberanas.
El
jefe de la delegación estadounidense, Todd Stern, considera ésta la única vía
de negociación realista para llevar a la mesa y lograr la firma de los tres
principales contaminadores de GEI, China, Estados Unidos e India. La Unión
Europea (UE) y los llamados países no desarrollados miran el problema de otra
manera y tienen una posición algo distinta. La UE reitera su 40 por ciento de
reducción de GEI al 2030, pero insiste en la obligatoriedad de los acuerdos.
Los países no desarrollados tienen una posición más compleja, más drástica y
también más ambigua. Por una parte le exigen a los países ricos obligatoriedad
y mayores compromisos para reducir emisiones; le piden ayuda financiera y
defienden la importancia de hacer realidad el Fondo Verde. Pero además no
quieren ningún compromiso obligatorio aplicable a ellos mismos. Defienden su
derecho a contaminar para lograr el desarrollo y bienestar de sus pueblos. Parece que a los gobiernos de los países
pobres les importa mucho el bienestar
de sus pobres. Los países ricos, de
acuerdo a los representantes de los países pobres, se desarrollaron y
enriquecieron contaminando al planeta; ahora es el turno de los países pobres
para contaminar, parecieran decir.
Aún
cuando digan lo contrario, no obstante que muestren un amor entrañable por la causa ambiental y exhiban públicamente el
profundo afecto que les merece el planeta y sus criaturas; a pesar del fuerte
tono melodramáticamente verde que adquieren sus discursos, en los hechos nadie,
ni los gobiernos de los países ricos, ni
los de los países pobres; ninguno de ellos, individualmente o en bloque, quiere
realmente asumir compromisos obligatorios para reducir emisiones; mucho menos
ser fiscalizados y sancionados por organismos internacionales independientes.
Sobre todo si la competitividad en el mercado internacional y las ganancias de las grandes corporaciones,
así como de quienes comandan las economías a nivel nacional o internacional
pudieran estar, o sentirse en riesgo.
El
borrador que salga de Lima en estos días y el acuerdo final de París en 2015
tendrán un tono conciliador, híbrido, condescendiente e ineficaz; los países
estarán ante un ‘buffet de opciones’, pudiendo escoger a conveniencia. Aun
siendo obligatorio para los países desarrollados, el Protocolo de Kioto no se
cumplió; ninguno de los países que estaban obligados
a cumplir lo hizo; nadie pudo forzarlos en los hechos a cumplir; ninguna
institución, tribunal, fiscal internacional con fuerza suficiente fue creado
para sancionar el no cumplimiento. Qué puede esperarse entonces de Lima y París
con acuerdos que no son vinculantes.
El presidente Obama tiene un Plan B para París.
Si las negociaciones del próximo se enredan; si no hubiera acuerdo internacional,
puede poner todos los dados en el acuerdo bilateral con China, y posiblemente
uno trilateral que incluya a India. Los tres países pudieran jugar la carta de
irse juntos a un acuerdo, aunque también fuera de carácter voluntario, dejando
al resto de las naciones a cargo de sus
propias disputas.
Se necesita algo más que discursos y buena
voluntad, si es cierto que el planeta se calienta a ritmos catastróficos, y si
la causa de ello es el intenso consumo de combustibles fósiles iniciado con la
Revolución Industrial, como se esmeran en afirmar expertos y burócratas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario