Van Gogh
Pienso que no debemos contar
realmente con el doctor Gachet. Primero que todo, él está más enfermo
que yo o, al menos, igual de enfermo…Vamos, ¿cuando un ciego guía a otro ciego
no caerán los dos en la zanja?
V. Van Gogh a Theo
José
Luis Lezama
No fue la inocencia, ni un acto
involuntario, algún desliz, lo que llevó al galerista Pierre Loeb, en los días
previos a la exposición de la obra de Vincent Van Gogh de 1947 en París, a pedirle a Antonin Artaud
( 1896-1948) un ensayo sobre la obra de Van Gogh. Diversas posibilidades pueden
explicar semejante pedido. Una, quizá la más válida, pudo ser la creencia que
para hablar de la obra de un hombre cuya locura era comúnmente aceptada, nadie
mejor que otro hombre, un genio también como Artaud, recién salido del
siquiátrico. Otra posibilidad es que Loeb haya pensado en mostrar públicamente
un simple ‘diálogo de locos’ sobre el acto de la creación, simplemente para ver
que resultaba de ello.
De cualquier manera nada será lo mismo
después de ver los cuarenta cuadros que integran la exposición que tiene lugar
hoy día en el Museo d’Orsay de París sobre la obra de Vincent Van Gogh, puesta
en escena de acuerdo a la lectura del texto: “Van Gogh el suicidado por la
Sociedad”, que fue la respuesta escrita por Artaud a la insidiosa petición de
Loeb.
Artaud propone una desmitificación de la
locura de Van Gogh, adelantando, insinuando a veces, una interpretación de su
obra basada más bien en lo contrario, su incomparable lucidez, su mirada del
mundo radicalmente distinta, su sensibilidad desde fuera del mundo, su
contemplación del mundo desde el punto de vista del otro, la supresión del yo,
del yo racional, y la entrada en escena de lo irracional y de todo lo que es
externo al hombre, al artista en este caso: el mundo de los objetos, de la
naturaleza, de los otros. Es la mirada de un mundo que sólo es parcial o
momentáneamente racional, de un mundo que no podemos ver porque corresponde a
lo que está reprimido, lo que descansa,
tal vez, en el sub-consciente, protegido por muchos guardianes, mitos,
soldados, formas diversas del poder.
Artaud propone, alude a una incapacidad,
una imposibilidad, una intolerancia de la sociedad, de los hombres de su tiempo
para soportar lo que Van Gogh va describiendo, descifrando, haciendo emerger
con su obra. Son hechos, cosas, ideas, sueños, mundos que perturban la
conciencia de los hombres, cosas que no queremos ver, que no estamos preparados
para ver, por ello argumenta que la sociedad, la gente de su tiempo mató,
suicidó al artista.
Es ésta la revolución del arte de Van Gogh
que interpreta, entiende y nos trasmite Antonin Artaud, quizá en un momento de
identificación, de complicidad con el artista, a quien consideró situado en la
otra orilla, en una especie de más allá del mundo, desde un posicionamiento ahumano,
fuera de lo humano, quizá en los límites con lo que corresponde a los otros,
distintos reinos de la naturaleza y la vida.
Artaud no lo dice, no estaba quizá habilitado
para decirlo, no era el momento tal vez para decirlo, pero lo insinúa, lo dice
a medias, o lo dice parcialmente, de manera incompleta, tal vez
equivocada.
Él habla de Van Gogh, de su
obra, de sus pinceladas, de sus manos golpeando, dando mazazos, abriéndole
heridas a las cosas, personas, naturaleza para hacerlas hablar. Podemos ir más
allá, cambiar el juego de palabras de Artaud, corregir su parquedad, o llevar
más allá su argumentación y decir que Van Gogh permite a las cosas hablar,
libera a las cosas de su inanición y le brinda la posibilidad de moverse, de expresarse,
de mostrarse, de enseñarnos su gran elocuencia y su necesidad de comunicarse
con nosotros
[i].
Van Gogh abre la posibilidad a las cosas y
a la naturaleza de comunicarse con nosotros, de mostrar su ser, su razón de
ser, sus ‘sentimientos’. Es esto lo que
quiere decir Artaud sobre la grandeza y originalidad de Van Gogh. Pero Artaud
se queda en la insinuación, no lleva su
descubrimiento, su intuición a sus últimas consecuencias. Artaud supone que lo
que hace hablar a las cosas son las heridas que Van Gogh le propina. No es sólo
eso, es que el pintor se coloca en una especie de situación, ubicación trans-especie
que le permite ver y experimentar el mundo de una manera distinta. No ve el
mundo sólo desde el punto de vista humano, sino desde el no humano, desde la
mirada del mundo de las cosas, desde la mirada que las cosas nos lanzan y a
través de la cual se quieren comunicar con nosotros y trasmitirnos su ser, su
identidad, su belleza.
Por ello la gran elocuencia, la ‘ganas de
hablar’ de los cuadros de Van Gogh que con tanta precisión describe Artaud. Un
árbol, una silla, un campo de trigo, de flores, una edificación, un cielo de
Van Gogh, un autorretrato, no es cualquier objeto, cualquier naturaleza,
cualquier humano; y no es, mucho menos la imposición de la mirada humana,
individual o colectiva, sobre las cosas y la naturaleza, sino el viaje de
vuelta, la mirada de retorno de lo no humano y del otro hacia nosotros. Es ese mundo externo que se abre paso en
nuestro mundo, venciendo las resistencias de nuestros mundos, de nuestra
mirada, de nuestro dominio de ese mundo, de nuestro yo y nuestra racionalidad.
Van Gogh le permite a las cosas, a los
propios humanos fuera de nosotros, a la naturaleza, transitar hacia nosotros,
expresarse mas en concordancia con ellas mismas, con su ser, con su libre
fluidez y lenguaje, con sus formas expresivas propias. Los rostros de sus
cuadros, las formas de los árboles, de las edificaciones, de los campos y del
cielo, las nubes, las estrellas, tienen vida propia, se explican y expresan por
ellas mismas, proponen su propia locura, más allá de la interpretación del
artista, el cual no hace sino liberarlas, allanarles el camino. Artaud se niega
a llamarle locura a esta forma de mirar,
percibir, expresar y vivir en el mundo.
A esto se refiere Artaud cuando describe
el cuadro El Sillón de Gauguin
pintado en Arles en 1888: “De esta manera la luz de la vela se hace oír, la luz
de la vela encendida sobre el sillón de paja verde se hace oír, como la
respiración de un cuerpo apasionado frente al cuerpo de un enfermo dormido”.
http://joseluislezama.blogspot.mx/
@jlezama2
Información sobre Van
Gogh:
http://joseluislezama.blogspot.fr/p/vincent-van-gogh.html
[i]
En un artículo igualmente perturbador,
How
the dogs dream, Eduardo Cohn, de alguna manera situado en el campo de los
estudios de Bruno Latour y sus seguidores, analiza la relación de la tribu o
comunidad de los Runas, en el Amazonas ecuatoriano, a través de un lenguaje que
permite, que sugiere una posible comunicación entre humanos y no humanos. Los
animales y las cosas hablan a los hombres, se comunican con los hombres. No son
sólo los humanos comunicándose de distintas maneras con los no humanos, sino
éstos, dejándose sentir, expresando con diversas formas de lenguaje su deseo,
su necesidad de comunicación ‘transfronteriza’, trans-especie, por medio del
cual el mundo y las relaciones entre sus criaturas pudiera ser visto, sentido,
entendido, más allá de los antropocentrismos, del ‘dominio’ del mundo humano.
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