Sábado 19 de Marzo de 2016
Contingencia
ambiental y crisis de gobernabilidad
José
Luis Lezama
Crisis de gobernabilidad ambiental
No sólo fue
la mala calidad del aire lo que hizo crisis el lunes 14 de marzo, sino también
la autoridad gubernamental. Los habitantes de la metrópoli enfrentamos un doble
estado de contingencia. Por una parte una tremenda concentración de sustancias
tóxicas en la atmósfera metropolitana y, por otra parte, un grave problema de gobernabilidad,
que mostró a las autoridades capitalinas, estatales, megalopolitanas y
federales en su inmensa incapacidad e insensibilidad para manejar la crisis.
Mancera y Eruviel, ponen nivel al debate
El jefe de
gobierno señaló que la Comisión Ambiental de la Megalópolis (CAM) sólo sabe
anunciar Contingencias Ambientales (lo cual no es necesariamente falso, pero la
Comisión la integra también el jefe de gobierno), recriminando al Estado de
México por su falta de compromiso con lo ambiental. Por su parte el gobernador
de esta entidad y su equipo ambiental, en actitud de revancha, cancelaron los
permisos para recibir basura de la ciudad.
La secretaria del Medio ambiente de la Ciudad de
México y sus batallas contra la lógica.
La
secretaria Müller entró a la arena
pública armada con argumentos “científicos” y “datos duros”, más le valdría
haber esgrimidos los ‘blandos’ del sentido común, señalando que la
contaminación que padece la ciudad de México se genera en el Estado de México y
es traída por los vientos: por tanto, los mexiquenses son culpables de la
contaminación que padecen los defeños. Ciertamente los vientos transportan los contaminantes
de un lado a otro, y no sólo a nivel regional sino, incluso, entre países y
continentes. Se le olvidó señalar a dónde
van los contaminantes que la ciudad produce, qué otras entidades o territorios
reciben los millones de toneladas que aquí se generan, para de esta manera
ampliar el escenario de la guerra.
Pero esa
misma lógica la podría aplicar también
internamente. De tal manera que tendría que decir que la contaminación que se
genera en el norte, centro y oriente de la ciudad de México, y que se
transporta por los vientos al sur y otras zonas de la capital, debe ser atendida
únicamente por las delegaciones correspondientes, y que las delegaciones receptoras de contaminantes, y el mismo
gobierno central de la ciudad, no tienen ninguna responsabilidad al respecto.
La
secretaria pudo haberse puesto no solo más dramática, sino también más realista
y haber declarado también que, la ciudad de México, recibe millones de litros
de agua limpia del Cutzamala y otras fuentes y le envía millones de litros de
aguas negras al Mezquital y otros sitios del país. Pudo también mencionar que el
agotamiento del río Lerma tiene mucho que ver con el agua consumida en la
ciudad y la metrópoli. Podría, más que recurrir a argumentos “científicos”, a
los de la lógica y del sentido común. A este tipo de argumentaciones, lo mismo
que las del jefe de gobierno, corresponden las respuestas viscerales del
gobernador del Estado de México y su ‘equipo ambiental’, al cancelar los
permisos para recibir basura de la ciudad de México.
El presidente toma
control de la situación
El
presidente Peña apareció como arbitro en esta disputa y en este ejercicio de
irresponsabilidad y simplismo gubernamental. Sus instrucciones parecieron
precisas e inteligentes. Por una parte, instruyó a su frívolo secretario del
medio ambiente (Semarnat), para tomarse una foto con el jefe de gobierno
Mancera y el gobernador Eruviel Ávila, todos sonrientes, como si hubieran
cumplido una gran misión, anunciando el fin de las hostilidades y el levantamiento
de la contingencia, como paso previo al business
as usual, el retorno a la normalidad, a una nueva fase de la
‘irresponsabilidad organizada’, y a la espera de un nuevo episodio ambiental,
una nueva crisis, nuevas contingencias, para mostrarse de nuevo patéticos e
ineficientes.
Por otra
parte, el presidente anunció nuevas medidas, una norma emergente de
verificación vehicular para contingencias. Tal vez no tenga claro que una norma
emergente de este tipo, o lo que ha llamado una ‘actualización y reorientación
del programa de contingencias’ (lo cual no está por demás hacer), no
corresponde a una verdadera y efectiva respuesta a la magnitud de la crisis del
aire que se vivió, que se ha construido durante años y que, de hecho, continúa.
Las
instrucciones del presidente para la actualización del programa de
contingencias no previene las crisis, no previene las contingencias, sino que
se centra en el momento final de un proceso que se construyó mucho antes y
cuyos factores tienen que ser atacados y corregidos.
Requerimientos para una verdadera política ambiental
Una
política ambiental para ser efectiva debe actuar en distintos niveles, y
requiere de decisiones políticas fuertes que tienen que ver con lo económico,
lo político, lo jurídico y lo institucional. En un plano amplio y general,
requiere medidas en el terreno de la planeación urbana, del transporte y
ambiental. Requiere de un marco legal que posibilite crear instituciones de
gobierno, metropolitano o megalopolitano con poder y autoridad para tomar
decisiones que abarcan a distintos ámbitos político-administrativos, local,
estatal, federal.
La figura de
gestión ambiental que actualmente rige, como es el caso de la CAM, equivale a
un ‘acuerdo de voluntades’, sin obligatoriedad real para ser asumidas por las
partes. Se debe, con urgencia y voluntad, dotar de poderes constitucionales a
esta instancia y a las autoridades fiscalizadoras para que tengan capacidad de
someter a los grandes emisores de contaminantes, Pemex, al sector industrial
organizado, la CFE, la industria automotriz (que fabrica vehículos de primera para
el mercado estadounidense y de segunda para el mercado nacional), a los
diversos concesionarios y prestadores del servicio de transporte de pasajeros y
de carga, local, regional y federal; al transporte de carga y maquinaria de la
industria de la construcción. Todos ellos actuando en una zona jurídica barbárica en donde reina la tolerancia y complicidad
gubernamental.
Pemex no
sólo contamina con sus actividades extractivas y productivas, sino
especialmente con la producción y distribución de gasolina de pésima calidad.
En qué momento ha recibido una sanción de acuerdo al daño ambiental que ha
provocado en el sureste del país. Cuál fue el castigo por no cumplir con el
compromiso de distribuir en el Valle de México gasolina de mejor calidad a
partir del 2005.
¿Y la Suprema Corte?
Es
incorrecto sostener que la crisis ambiental reciente en el Valle de México se
debe a la resolución de la corte quien, supuestamente, puso en las calles a
alrededor de un millón de vehículos adicionales. La corte hizo lo correcto al
anular una medida discriminatoria que atentaba contra el principio de igualdad.
Lo correcto era retirar de la circulación a los vehículos por los volúmenes de
contaminantes que emiten, no por ser nuevos o viejos.
La resolución de la corte no exentó a los automóviles viejos de la verificación. Implicaba
que los vehículos antiguos debían de someterse a una verificación, que se
supone debe ser estricta y, de aprobarla, tenían que ser autorizados a circular,
igual que los vehículos nuevos bajo este principio de igualdad. El hecho de que
un vehículo sea nuevo no significa que no emita contaminantes. Los fraudes
detectados en la Volkswagen y en la mayor parte de la industria automotriz en Estados Unidos y Europa, son el mejor
ejemplo de que el modelo no garantiza
nada.
Es cierto
que el aumento del número de vehículos en las calles aumenta las emisiones de
contaminantes. Este aumento se debe tanto a la suma de los contaminantes por
unidad, como al efecto adicional provocado por el tráfico al frenar y arrancar
constantemente, al llamado ciclo de
manejo. Efecto similar al que provocan los topes y la eliminación de las
vueltas continuas.
La falla
que puso a estos vehículos en las calles corresponde corregirla a las
autoridades ambientales, no a la corte,
por dos motivos: a) por no contar con un sistema de verificación estricta,
transparente y confiable en toda la zona metropolitana, particularmente en el
Estado de México; b) por no prever la aplicación permanente del Hoy no Circula en
toda la megalópolis, a todos los vehículos, nuevos y viejos, si lo que se
pretende es contrarrestar el efecto del número de vehículos en circulación.
¿Ha mejorado la calidad del aire en la ZMVM?
Las mediciones sobre la calidad del aire marcan una tendencia
a la baja en las concentraciones de algunas sustancias contaminantes. Hasta los
años noventa, más de 300 días del año se violaban las normas por ozono; en la
actualidad alrededor de la mitad de los días del año se rebasa. Una tendencia
similar se aprecia en los otros contaminantes criterio como el SO2 y el NO2; las partículas
siguen siendo un problema. El plomo desapareció prácticamente de la atmósfera
capitalina, y no por milagro, sino porque se eliminó de la gasolina.
¿Ha mejorado la calidad del aire en los últimos años? No
estamos seguros en que magnitud. Por tres motivos: a) La mejora sólo está
basada en la observación de los datos oficiales y en los dichos de los
programas gubernamentales, lo cual no necesariamente se traduce en hechos
reales; b) Hace falta estudios a profundidad para saber si las mortalidad, las
afectaciones en la salud, las enfermedades respiratorias y todas aquellas
asociadas a la contaminación han disminuido; los ingresos hospitalarios, las
consultas médicas, las molestias sentidas por la población, entre otros
aspectos; c) Los sistemas de medición y toda la generación, transmisión y
difusión de la información y datos sobre la contaminación atmosférica en el
Valle de México se generan en secrecía, con métodos y prácticas desconocidas o no públicas. Deben
ser sometidos a una revisión seria, profesional, profunda, crítica e
independiente. Hay serias dudas en la calidad, precisión, manejo,
mantenimiento, certificación-fiscalización
de los equipos con los que se mide la contaminación.
La ciudad
de México, lo mismo que la zona metropolitana en su conjunto, ya no se
encuentra en el ranking de las 5 ciudades más contaminadas del mundo. Esto no
es tanto resultado de los éxitos de los programas gubernamentales, sino más
bien producto de una deuda que las autoridades y los habitantes de esta ciudad
tenemos con China e India, quienes han producido al menos 10 de las ciudades
más contaminadas de toda la historia humana.
@jlezama
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