Sábado 4 de Octubre 2014
Marina Silva:
presidenta verde
José
Luis Lezama
Todo apuntaba a que el mundo tendría
a su primer presidenta verde en Brasil. Hasta septiembre las encuestas sugerían
que Marina vencería a Dilma en la contienda electoral. Todo cambió las últimas
semanas y Dilma recuperó el liderazgo. Después del debate del jueves pasado,
las encuestadoras Datafolha
e Ibope coinciden en darle una ventaja a Dilma de al menos 7 porciento sobre
Marina en la segunda vuelta que tendría lugar el 26 de octubre.
Marina Silva ejemplifica las grandes
dificultades de la bandera ambiental, particularmente cuando se aspira a
alcanzar posiciones claves en la toma de decisiones y en el poder en un país
con grandes carencias y desigualdades. Marina no es una ambientalista radical; sus
planteamientos son conservacionistas y se acotan en las propuestas amigables
del Desarrollo Sustentable. No quiere cambiar el mundo, no ha pretendido un
replanteamiento de ningún orden valorativo o social en su lucha por la
naturaleza. Quiso frenar el avance de la agricultura, la ganadería y la tala
que han devastado la Selva Amazónica; se opuso a las grandes obras hidráulicas,
a la inmensa deforestación. Marina Pose un importante capital político, éste no
puede provenir sólo de sus simpatizantes verdes, los cuales no hubieran sido
suficientes para alcanzar el 19.4 por ciento de los votos en la contienda
presidencial de 2010.
Distintos factores parecen explicar
este retorno de Dilma como favorita en la contienda electoral por la
presidencia de Brasil, que tiene su primer round mañana domingo. Dilma era la
preferida al inicio de la contienda; no obstante las protestas por los gastos
gubernamentales en la organización de la copa mundial, en aparente detrimento
del dedicado a atender los servicios básicos de la población, las denuncias por
actos de corrupción, el mal desempeño de la economía y la muerte del candidato
del opositor Partido Socialista de Brasil, Eduardo Campos, la llevaron a perder
las ventajas que tenía en las preferencias, haciendo emerger a Marina Silva en
primer lugar en las encuestas.
Marina Silva parecería ideal para
ocupar la presidencia de su país. Por una parte es una mujer que se ha hecho a
sí misma, producto de una fuerza de voluntad que la llevó a superar las
condiciones adversas en la que transcurrió su niñez. Podría ser presentada al
mundo como un ejemplo del esfuerzo personal y de las posibilidades de movilidad
social, sobre todo en un país juzgado como uno de los más desiguales. Por otra
parte, aunque ella se considera étnicamente negra, lleva sangre india y
portuguesa en sus venas, ejemplificando un mestizaje representativo de Brasil.
Marina posee, además, un reconocimiento por su lucha por una causa noble, la
ambiental, que en Brasil tiene buena reputación.
Consciente de los límites de la lucha
ambiental, quiso ampliar su base electoral atemperando su fama pública de verde
radical e intransigente. Incorporó como compañero de formula a un diputado
federal con importante presencia en el sector agropecuario, se mostró receptiva
a los grupos empresariales y a distintos opositores de la actual presidenta y
del Partido del Trabajo; quiso capitalizar las voces que claman por un cambio
de régimen y que suponen que 12 años del partido de Dilma en el poder es
demasiado. No obstante, todo eso parece insuficiente y no ha sido capaz de
detener su caída en las preferencias electorales.
Ésta se ha querido explicar por dos motivos. Primero el
efecto de la guerra sucia a la que ha sido sometida por el equipo de campaña de
Dilma y por los mayores tiempos en la televisión de que ésta dispone. Por otra
parte, se afirma que el electorado brasileño ha despertado del sueño que llevó a Marina a encabezar momentáneamente
las preferencias, revalorando el trabajo de la presidenta y de los 12 años de
gobierno del Partido del Trabajo, durante los cuales una parte importante de la
población, sobre todo los más pobres, habrían recibido importantes beneficios
sociales que mejoraron sus condiciones de vida. Algunos datos señalan que la
pobreza se ha reducido un 55 por ciento y la pobreza extrema 65 por ciento. El
famoso programa Bolsa Familia dotó a
la población en pobreza extrema el 60 por ciento de su ingreso en 2011, y el
salario mínimo aumentó en 84 por ciento desde 2003; el desempleo bajó a 4.9 por
ciento y el sector informal descendió del 22 al 13 porciento (The Guardian, 2/X/2014).
En un país con grandes desigualdades, con niveles de
inseguridad alarmantes, con malas experiencias gubernamentales del pasado, con
niveles de corrupción de los más altos del mundo, la causa ambiental no parece
tener mayores posibilidades de éxito. En Brasil, lo mismo que en México, la
precariedad de las condiciones de vida es tal que todo es prioritario, menos el
medio ambiente. Éste aparece como un lujo. La presidenta Rousseff, lo mismo que
el presidente Peña, se preguntan: ¿Cómo es posible vivir parados sobre un mar
de petróleo y no ponerlo a disposición de la causa de los pobres. La presidenta
Rousseff y antes el presidente Lula, al menos llevaron a cabo una gran política
social; es eso lo que recuerdan y valoran los electores de hoy.
@jlezama2
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