Sábado 13 de Junio de 2015
París,
la esperanza climática
Qué se
puede esperar de la cumbre climática de noviembre y diciembre en París
José Luis Lezama
La tragedia de los comunes
Para el sistema
de las Naciones Unidas llegar a un acuerdo en las negociaciones sobre el cambio
climático en París, en diciembre del presente año, es cuestión de vida o muerte.
De no lograrlo pondría en cuestionamiento la validez de su papel como mediador
y conciliador de las disputas climáticas y los problemas que nacen de la
convivencia internacional; sería elevar a modelo de vida y darle el estatuto
moral del deber ser a la Tragedia de los Comunes, un estado
de la convivencia en el que lo único que importa es el aprovechamiento de los
bienes comunes para beneficio individual y la transferencia a la sociedad, o a
la naturaleza, de todos los perjuicios de una forma egoísta de vivir en
sociedad, llevando con ello a la extinción no sólo a los bienes y recursos del
mundo, sino a la misma convivencia civilizada.
Nada pues
más alejado del espíritu fundacional de las Naciones Unidas. Simplemente por
ello tiene que haber acuerdo en París. El problema es qué tipo de acuerdo se
obtendrá después de mas de veinte años de negociaciones fallidas en las que, el
objetivo principal, la disminución de las emisiones de gases de efecto
invernadero y la estabilización del clima planetario para no superar el fatídico umbral de los 2°C, no se lograron.
París no puede fallarle al clima planetario
París 2015
se está preparando con todo cuidado; no se quiere fallar. Lo cual no significa
que no pueda fallar. Desde la COP 20 de Lima, el año pasado, todo ha estado
dirigido a la Cumbre Climática de París que iniciará a fines de noviembre y
concluirá en diciembre del presente año. Todos los líderes mundiales parecen
pensar en estas negociaciones bajo el lema de Paris o morir. París diciembre 2015 se ha
convertido en una fecha fatal, la solución del dilema: estabilización climática
planetaria o el apocalipsis; una especie de Año
Mil, que anuncia un posible fin del mundo, castigo divino por los excesos
de la civilización moderna contra la obra de la creación.
En
noviembre del año pasado los presidentes Barack Obama y Xi Jinping sorprendieron
a la comunidad internacional al anunciar un acuerdo bilateral en el cual
Estados Unidos se comprometió a reducir sus emisiones entre un 26 y 28 por
ciento al año 2025, con base a los niveles de 2005, y China ofreció llegar al
pico de sus emisiones en el 2030, y alcanzar un 20 por ciento en producción de
energía renovable. Este fue el momento de arranque para preparar el terreno a
París 2015 y sus posibles acuerdos. Un mes después, en diciembre de 2014, la
COP 20 de Lima delineó algunos de los puntos a negociar en París. Todo el 2015
ha estado lleno de preparativos y anuncios para no llegar a París con las manos
vacías.
En mayo
hubo una reunión de alto nivel entre empresarios mundiales y gobiernos,
auspiciada por Naciones Unidas. El pasado jueves 11 de junio concluyó la Reunión
sobre Cambio Climático efectuada en Bonn, como preparatoria para la de París.
Se trataba de avanzar en un documento base sobre el que se viene trabajando
desde el año pasado; uno de los objetivos era reducir su tamaño. Al final de la
reunión se logró la hazaña de disminuirlo de 89 a 85 páginas, lo cual sigue
siendo inmanejable. La discusión en Bonn adelantó en mucho la que tendrá lugar
en París. Lo básico y problemático sigue girando alrededor de 2 temas: la reducción de emisiones y el financiamiento
a los países pobres. Llegado el momento las conversaciones se atoraron simplemente
en la adopción de frases o palabras que parecieran triviales, pero para los
países involucrados resultan cruciales. Por ejemplo “compromisos diferenciados” o simplemente “Compromisos y contribuciones”, para referirse a las metas para
disminuir emisiones entre países ricos y pobres, son frases que confrontan a
China y a Estados Unidos
A principios de junio, también en Alemania, se
reunió el G7 y anunció algo que
podría parecer sorprendente: la eliminación de los combustibles fósiles como
motor de la economía mundial para fines de la presente centuria. Próximamente
el Papa Francisco dará a conocer a los países y ciudadanos del mundo su Encíclica
sobre el cambio climático, en la cual dejará claro la necesidad de combatirlo,
pero como parte de una concepción que incluye el combate a la pobreza, la
desigualdad y la defensa de la dignidad humana.
En julio
se reunirán los científicos más representativos de la ciencia climática mundial
para discutir la situación actual del clima planetario y respaldar las
negociaciones de París. También en julio se volverán a reunir los negociadores
presentes en Bonn para proponer otra versión del borrador de acuerdo, el cual
se espera sintetice en muy pocas páginas lo esencial de lo que se negociará en
París. En septiembre las Naciones Unidas abrirá un espacio para las
negociaciones climáticas en su reunión ordinaria anual.
El
gobierno francés es hoy día tal vez el más deseoso de garantizar el éxito de la
cumbre climática de diciembre. El presidente Hollande, la ministra de medio
ambiente Ségolène Royal y el ministro del exterior Laurent Favius
sostienen que no se puede llegar a un acuerdo sin involucrar el tema de la
pobreza y sin pensar en la ayuda demandada por las naciones pobres. Mientras
tanto, la jefa de la diplomacia climática francesa ante las Naciones Unidas,
Laurence Tubiana, ha dicho que si los países de la comunidad internacional no
llegan a París con un borrador de Acuerdo apropiado, Francia propondrá
un documento alternativo, que serviría de base para las negociaciones y el
eventual acuerdo que ella ha nombrado ya como “La Alianza de París”. Todos ellos están conscientes de la
necesidad de dar un paso más de lo que se ha hecho antes y aprender de los
errores del pasado, pero también lo están de que en París se volverán a
presentar los desacuerdos que han descarrilado las negociaciones año tras año.
No obstante, pareciera que nadie quiere fallarle a París.
¿Qué tipo de acuerdo climático saldrá de París?
Saldrá un
documento, un acuerdo híbrido, parte obligatorio y parte voluntario. No habrá
un acuerdo vinculante, obligatorio para reducir emisiones. No habrá un tribunal
internacional encargado de sancionar el no cumplimiento de las obligaciones, ni
una fiscalía internacional con jurisdicción para vigilar el cumplimiento de
cada país. Se llegará a un acuerdo parcial, esencialmente voluntario, y se
propondrá un plan calendarizado para continuar en los años siguientes con negociaciones
sobre aspectos concretos, complementarios al acuerdo central y para readecuar
las metas y los ofrecimientos de reducciones de emisiones que los países
propongan para después de 2020.
Se
avanzará también en los esquemas de financiamiento para ayudar a los países
pobres a mitigar y adaptarse al cambio climático; habrá ofrecimientos concretos
que mande la señal de que los países desarrollados cumplirán su palabra
referente a la ayuda financiera que ofrecieron en Copenhague en el 2009. Ésa es una carta que el mundo desarrollado se
reserva para agradar a los países pobres y a la comunidad internacional. Antes
tendrá que resolverse la cuestión de quién aportará el dinero. Los países
pobres se lo exigen a los gobiernos ricos; pero éstos desean que sean los
organismos internacionales y/o el sector privado.
China,
Estados Unidos e India, con todas sus diferencias, coinciden en oponerse a los
acuerdos vinculantes. China piensa que en términos per cápita no ha llegado aún a emitir gases de efecto invernadero
(GEI) suficientemente como para sentirse legalmente obligado a reducir sus
emisiones; no obstante, avanza tremendamente en la inversión y producción de
energía renovable. India en reunión conjunta con China en mayo pasado declaró,
en voz de su primer ministro, que no puede parar de emitir GEI en vista de que
requiere de la industrialización para salvar a su pueblo de la pobreza y
miseria: parece que a su clase política le preocupa mucho sus pobres. Esa
posición la comparte casi todo el mundo no desarrollado.
Estados
Unidos basa todos sus ofrecimientos en medidas voluntarias; sus propuestas para
reducir emisiones consisten en medidas administrativas, en el marco de las
actuales leyes y normas ambientales. Todo mundo sabe que nada de lo que se
acuerde en París debe molestar al Congreso
estadounidense porque será vetado. Todos los negociadores están conscientes de
esto. El ministro francés del exterior Laurent Favius lo dijo sin mayores
rodeos: “no se puede acordar nada que tenga que pasar por el Congreso americano”.
Aunque quisiera, el presidente estadounidense no puede firmar ningún acuerdo
internacional; ésa es una decisión que corresponde al Senado.
¿Y qué pasará después del Acuerdo?
Si habrá
acuerdo en París, un acuerdo que intentará ser amigable con el medio ambiente, que pretenderá, por sobre todas las
cosas, no sólo darle a París el privilegio de llegar a un acuerdo climático
después de años de intentos fallidos sino, sobre todo, que buscará darle
credibilidad al sistema de las Naciones Unidas en la solución de las disputas y
los desacuerdos que nacen de la convivencia internacional.
Los
negociadores saldrán felices, el anfitrión refrendará la efectividad de su
tradición diplomática. Luego vendrá el despertar a la realidad. La disputa por
los mercados, las materias primas y los
consumidores del mundo, la verdadera ley de la economía y la política renuente
a los acuerdos y sistemas regulatorios,
la constatación de la diferencia entre los discursos de los gobernantes y las
acciones climáticas reales; la no correspondencia de los acuerdos con el
funcionamiento de la economía real; una economía que para evitar el colapso
requiere producir y consumir incesantemente naturaleza y trabajo humano baratos;
pero que para lograr verdaderas metas ambientales requeriría no sólo
descarbonizar las economías de los países desarrollados, sino particularmente descarbonizar
la economía China e India, países con
los que el mundo desarrollado mantiene relaciones económicas estrechas,
conformando juntos el sistema económico mundial. Lo que pasa en China es
también responsabilidad del mundo occidental.
China e
India, primero y tercero en el ranking
mundial de emisores, no existen
aisladas, no están separadas de la economía mundial hoy día comandada por las
naciones desarrolladas. Sus sistemas productivos altamente contaminantes no producen
únicamente para sus mercados internos. Muchas de las grandes corporaciones del
mundo desarrollado se encuentran instaladas en China, donde en los hechos no
hay regulaciones ambientales y la fuerza de trabajo no vale nada. Las
mercancías baratas que allí se producen van dirigidas a los consumidores del
mundo occidental, tanto de los países desarrollados como de los no
desarrollados. China e India funcionan como una especie de outsourcing para las economías y los consumidores del mundo
desarrollado y no desarrollado. Por lo tanto las emisiones de GEI que allí
tienen lugar son responsabilidad también
del sistema económico mundial tomado como un todo.
Cuando las
negociaciones se cierren en París y la felicidad invada a los negociadores, las
emisiones podrán seguir su marcha ascendente. Podrá constatarse que tal vez para
detener las emisiones y el cambio climático que, a decir de los expertos,
amenaza la vida planetaria, habrá que esperar o un colapso económico que
detenga las emisiones al paralizar el sistema económico mundial, o el milagro
de una solución tecnológica; o bien lo que pareciera incursionar en el campo de la utopía: procurar
un cambio en las formas de producir y consumir, en los estilos de vida, en los
valores de una sociedad moderna sometida a la economía, esto es, a la maximización
de la rentabilidad y la ganancia, al margen de las necesidades humanas.
Tendrá que
inventarse pues una forma nueva, distinta, de relación con la naturaleza, no
sustentada en su sometimiento y expoliación para evitar así, no sólo el colapso
ecológico, sino también el financiero, ambos estrechamente vinculados. En los
hechos, más allá del discursos y la bondad
de los gobernantes y de quienes
gobiernan la economía y la política mundial, sólo la ciudadanía del mundo, las prácticas
de vida concretas, las acciones concretas de ciudadanos conscientes podrán
cambiar la tendencia autodestructiva de la sociedad moderna en su relación con
el mundo natural.
http://joseluislezama.blogspot.mx/
@jlezama2
1 comentario:
Con mucha claridad el Dr. Lezama, analiza las posibilidades de una verdadero acuerdo ¡internacional para detener el Cambio Climatico, y aunque es muy esperanzador su analisis, la verdad las posibilidades de que ocurra algo trascendental es remoto..es una verdadera crisis humanitaria pues teniendo las evidencias cientificas y reales de las causas de este riesgo y saboendo de los responsables en el mundo, los intereses que se mueven y que controlan los hilos del mismo, son dificiles de detener...un colapso ambiental o una verdadera modernización ecologica debe de venir para detener semejante barbarie. Un fuerte abrazo a mi maestro apreciado.
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